Crónica de Black Stone Cherry y The Georgia Thunderbolts en la Sala Razzmatazz 2 (1 de Octubre de 2022)

La tarde-noche del pasado sábado era una fecha más que indicada para disfrutar de una de las sensaciones del hard rock estadounidense de la última década como es Black Stone Cherry. El cuarteto de Edmonton (Kentucky) lleva varios años poniendo patas arriba la escena con una sensacional combinación de rock enérgico en el que combinan ciertos elementos clave del heavy y el rock sureño dando como resultado uno de los proyectos más originales y efectivos de los últimos años, afianzando su propuesta con siete portentosos álbumes que conforman su trayectoria desde su formación en 2001.
Como entrante de auténtio lujo se nos presentaba por primera vez en la península el quinteto americano The Georgia Thunderbolts, una joven promesa del heavy/rock con tintes de rock sureño que casa a la perfección con Black Stone Cherry, por lo que la velada se presentaba de lo más interesante. Desgraciadamente solo pude disfrutar de la mitad de su actuación por problemas ajenos a la organización, pero llegué a tiempo para comprobar que su show no solo está a la altura de su música en estudio sino que supera con creces las expectativas generadas con su electrizante propuesta sobre las tablas de la Sala Razzmatazz 2.

El quinteto liderado por el incombustible TJ Lyle, un más que digno sucesor del difunto Ronnie Van Zant de Lynyrd Skynyrd -a quien The Georgia Thunderbolts debe gran parte de su pasión por la música-, ofreció un show candente en el que dieron un repaso de infarto a su último álbum de estudio, Can We Get A Witness (2021, Mascot Records), y a su predecesor y debut Southern Rock From Rome (2019, Independiente). El dúo de guitarras formado por Riley Couzzourt y Logan Tolbert despuntó en todo momento encargándose de levantar a un público ya de por sí encandilado por la propuesta de la banda haciendo partícipe al respetable en todo momento que acabó por explotar en los dos últimos cortes ofrecidos por la banda, It’s Alright y Lend a Hand, ambos extraídos de su más reciente trabajo, que brillaron con luz propia ante una banda entregada al doscientos por cien.
De las bandas que han salido en los últimos años, The Georgia Thunderbolts tiene todas las papeletas para convertirse en uno de los grandes de su género. Si su total entrega no es motivo suficiente para augurar un futuro más que prometedor, no sé qué motivos puede haber para que una banda así acabe llenando las portadas de las revistas en los próximos años. Mucho tendría que torcerse el asunto para que pasen desapercibidos bajo el ojo analítico de los medios, aunque hay muchas bandas que se han perdido con el paso de los años debido al poco interés que ciertos medios tienen en este tipo de proyectos que al final no hacen más que poner trabas en el camino de cinco jóvenes alocados cuyo único objetivo es el de ofrecer a su público lo que piden: un espectáculo visceral donde no hay lugar para el teatro, solo auténtica música parida desde el corazón.



Veinte minutos después de que The Georgia Thunderbolts abandonase el escenario salía a la palestra Black Stone Cherry con su demencial y tremendamente pegadiza Me and Mary Jane, diez minutos antes de lo esperado según los horarios publicados anteriormente. El cuarteto de Kentucky ya había probado la miel de tocar ante un público extenso habiendo acompañado al legendario Alice Cooper en 2019, en el que fuese su tercer paso por la península hasta la fecha, y ya se habían quedado con la copla de lo que realmente funciona sobre un escenario. Salieron muy sobrados y el público respondió como ellos esperaban, coreando los temas desde el primer minuto.
No solo aseguraron el tiro con Me And Mary Jane, sino que la banda hizo un verdadero trabajo a conciencia de lo que el público quiere escuchar en directo, así que fueron a lo seguro descargando auténticos bombazos como Burnin’, Blind Man o Again, para deleitarnos con una tremenda Cheaper To Drink Alone en la que se explayaron a gusto ofreciendo un espectáculo sonoro que tardará en repetirse en la ciudad condal. La incendiaria combinación de guitarras a cargo de Ben Wells y Chris Robertson evidenciaba la clara intención de sus miembros, la de ofrecer un show inolvidable para los que se habían acercado a la sala para disfrutar de composiciones cuidadas al máximo.


Fueron cayendo cortes de todos sus trabajos hasta la fecha, desde Like I Roll hasta Ringin’ In My Head, pero en ningún momento bajó el nivel por parte de sus intérpretes. La banda se permitió el lujo de deslumbrar al respetable en cada momento que sus miembros se permitiesen demostrar su dominio y técnica de los instrumentos, aunque el total protagonista de la velada fue el bajista Steve Jewell que se encargó de recorrer el pequeño escenario de la Razz 2 -pequeño para semejante bestia- de punta a punta levantando en todo momento al entregado público que ya se había rendido al encanto de Black Stone Cherry. Quien no hubiese sucumbido ante su propuesta a esas alturas ya lo había hecho después del solo de batería del fuera de serie John Fred Young, que enganchó de maravilla con la mencionada Ringin’ In My Head.
El último tercio del setlist fue el subidón final. La banda se había reservado lo mejor para acabar la noche por todo lo alto con Blame It on the Boom Boom, White Trash Millionaire y Lonely Train antes de recoger los trastos de forma momentánea. El público pedía más y la banda, obviamente, salió a despedirse por todo lo alto con Peace Is Free en la que Chris Robertson compartió el trabajo vocal con TJ Lyle de The Georgia Thunderbolts poniendo la guinda a una noche soberbia cargada de emociones y con mucho, mucho cariño.

Fue quizá en este momento donde la voz de Robertson acabó por deslumbrarme del todo, que ya de por sí me había cautivado tres años atrás cuando acompañaba al príncipe de las tinieblas. Lo de Black Stone Cherry es digno de estudio: se desviven por su música, se entregan por completo e interactúan con el público desde el primer momento. Si no pudisteis asistir a esta velada, os recomiendo enormemente que no os los perdáis la próxima vez, no os vais a arrepentir.