Crítica de Hellraiser: Un reboot simplón carente de personalidad (David Bruckner, 2022)

La franquicia Hellraiser de Clive Barker había degenerado en un sinfín de vísceras y de terror de bajo presupuesto que poco o nada tenía que ver con su novela. Con el paso de los años fue cayendo en el olvido, algunas de sus secuelas llegando a estrenarse directamente en vídeo por la falta de interés general del público ante una saga totalmente agotada que poco podía ofrecer tras una estupenda ópera prima como es el Hellraiser (Clive Barker, 1987) original y su secuela, Hellbound (Tony Randell, 1988), las únicas dos cintas que mantienen el espíritu de la novela y en las que su escritor estuviese involucrado.

Cuando Spyglass Media planteó un reinicio de la saga en 2020, después de varios años en el tintero y con algún que otro cambio de personal en su momento, el realizador David Bruckner fue el encargado de hacerse con la dirección de dicho reboot. El director se había hecho un hueco tras el estreno de El Ritual (2017) y La Señal (2007), además de haber estado al frente de proyectos de carácter independiente como Southbound (2015) o V/H/S (2012), así que parecía la persona idónea para llevar a la gran pantalla el guión de Ben Collins y Luke Piotrowski.

La cinta original de Clive Barker, quien también fuese el autor total de la historieta corta The Hellbound Heart que daría pie a la novela Hellraiser, fue revolucionaria en todos los aspectos. El autor británico proponía no solo un espectáculo visceral en una terrorífica y sofocante atmósfera, sino que además era capaz de trasladar con total genialidad la dualidad que en la novela retrata entre el cielo y el infierno, lo que los cenobitas como tal significan y cuál es el objetivo de la caja de Lemarchand en la Tierra. Su propia adaptación a la gran pantalla se efectuó con un reducido presupuesto pero con un resultado más que gratificante, lo que aseguró una secuela en la que el autor británico únicamente trabajaría como guionista junto a Peter Atkins, ampliando más si cabe el lore del reino cenobita e introduciéndonos así al dios que ocupa dicha dimensión, Leviatán.

Con su secuela se había cerrado el círculo, e incluso el antagonista accidental –Pinhead– había logrado redimirse cerrando así el círculo en la caótica y muy inferior Hellraiser III: Hell on Earth de 1992. Poco más había por explorar, así que los estudios Dimension Films fueron encargando secuelas a diestro y siniestro expandiendo aún más el universo pero a la vez desvirtuando por completo la obra de Barker.

¿Qué propone la nueva obra de David Bruckner? No os voy a hacer grandes spoilers, aunque es probable que a partir de aquí acabe destripando algunos datos de la película para aquellos que no hayan visto o leído la obra original, así que os recomiendo no leer a partir de aquí. Lo que Bruckner propone en esta nueva entrega es, en palabras de la propia productora, resucitar el espíritu de la primera entrega ofreciendo un producto a la altura que respete la obra de Clive Barker ¿Lo acaba consiguiendo? Podríamos decir que lo hace a medias.

Está claro que el equipo que trabaja en el reboot ha sabido recopilar las partes importantes de la adaptación original así como la de su secuela, tomando como referencia la obra de Barker. Aquí la historia en sí cambia bastante. El personaje de Kirsty Cotton es reemplazado por Riley McKendry, interpretado por Odessa A’zion, quien trata de recuperar a su hermano que ha sido capturado por los cenobitas al haber resuelto la primera configuración de la caja de Lemarchand por accidente. El resto de la cinta es más que previsible, aunque en cierto modo es interesante y propone algunos cambios que en la película original no aparecían. Aquí no hay padres ni tíos con mala uva, aquí hay cuatro amigos que solo quieren que Riley, adicta a las drogas y al alcohol, se recupere y, de paso, hacer que pase de las visiones que le consumen.

Este reboot de Hellraiser es una combinación de las dos primeras partes, hay elementos atractivos que hacen de su visionado un rato agradable, pero la película adolece de ser extremadamente larga. En dos horas nos cuentan lo que fácilmente se podría haber resumido en hora y media u hora y tres cuartos como la cinta original. La puesta en escena es más que interesante y en algún que otro momento llega a provocar escalofríos, pero la falta de gore y el morbo que latía en la cinta de Barker restan puntos al total de la obra cuya duración acaba lastrando el resultado final.

El diseño de los cenobitas así como el de la dimensión habitada por Leviatán es bastante atractivo, aunque obviamente quedan muy por debajo de los diseños originales. Las comparaciones son odiosas, pero el reboot sale perdiendo por todos lados. La banda sonora del último acto nos brinda algunas reminiscencias a la obra del enchufado Cristopher Young de la primera entrega -otro día os cuento la historia de la banda sonora que Coil compuso y que fue reemplazada por la de Christopher Young-, lo que de alguna forma nos acaba acercando a la obra de Barker pero que al final, no acaba de cuajar.

En definitiva, Hellraiser es una cinta que cumple con su cometido, reinicia la franquicia y nos brinda a un renovado Pinhead que Jamie Clayton interpreta de maravilla. Se llega a disfrutar, en cierto modo es interesante, pero el ritmo es tan accidentado que llegas a aburrirte en algunos momentos de la historia. El final, como el de su obra original, es algo agridulce.

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